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18 diciembre 2009

La Cicatriz (III). "Las alianzas viudas"

-Así me voy a quedar - le digo a mi madre mientras juego con una muñeca articulada.
La coloco en posiciones impensables para mi cuerpo. Está desnuda, tiene el pelo largo. Envidio sus movimientos, envidio su cabellera. Juego a imaginar que soy yo.
En casa me espera otra, mi abuela prometió que a mi regreso la tendré sobre la cama.
Hace unos años me regaló una “pepona”, esas enormes rellenas de goma espuma rígida y con sus piernas colgando. Vino de visita a casa y me condujo a mi habitación. Allí estaba, hermosa y expectante de mi sonrisa iluminada. La nueva será más hermosa, le pedí que caminara.

Claudina recorre Buenos Aires colgando sus 68 años de los autobuses, buscando el material apuntado en un formulario de hospital.
Está exhausta. Ya hace mucho tiempo que se cansó de vivir. Es una mujer culta, tiene clase y elegancia, pero ha sido poco práctica. Eso y que la vida le fue poniendo gente para quitársela muy pronto.
No recuerda a su madre, murió siendo ella niña. Su padre le siguió el rumbo poco después.
Pasó la vida en un colegio del que salió con un secretariado. Sabe inglés y coser como los ángeles. Se casó muy joven, pero el amor de su vida partió poco después, su hijo ya había nacido. Lo que no imaginaba es que a él también habría de sobrevivirlo.
El material es bastante costoso. Encontrarlo es igual de costoso para su edad. Se siente desfallecer y piensa que no importa, que daría su vida por su nieta.
A unos cuantos kilómetros María se ha quitado los aros de oro que lleva desde siempre. Los canjeará por dinero, para las barras de Harrington que necesita la espalda de su nieta.
Su hija ya vendió el anillo de boda pero no alcanza. Así que María se despoja también del suyo. No sabe que Claudina ha hecho lo mismo desde Buenos Aires.
Tres alianzas viudas se funden en alguna casa, quien sabe si no irán a parar a la mano de alguna novia, alguien más afortunado, a quien el amor le dure suficiente.
María dispone todo sobre la mesa, aros, alfiler y pan rallado. Va a hacer trampa.
Los aretes tienen un orificio, y ella va metiendo el pan rallado rellenando el hueco, así el oro pesará más. Con lo que sobre de la venta comprará una muñeca.
María es una de las mujeres de mi vida. Pasaba largas temporadas en su casa cuando era muy niña, a las cinco me despertaba de la siesta para ver “Furia” por la televisión en blanco y negro. Era una serie sobre un caballo azabache y yo la veía embelesada mientras merendaba té y pan con mantequilla y azúcar.
Luego permanecimos durante muchos años viviendo en su casa. Hasta que mi madre decidió regresar a la nuestra.
El día que nos mudamos María tenía una mirada tan triste que sólo se me ocurrió abrazarla y prometerle que la visitaría todos los días.
A menudo sueño que voy a verla. Que penetro por la eterna galería de baldosones rojos encerados que conduce a la cocina.
Sentada junto a la chimenea me espera feliz.
Me veo allí con esos años, con mi uniforme azul del colegio, corriendo a su encuentro, echándome en sus brazos, en sus amorosos brazos. Me acaricia con sus manos y huelo el perejil, me sonríe tan dulce que mi corazón se estremece.
Siento la tibieza en el pecho, siento que soy amada y estoy a salvo, lejos de los hospitales, lejos de la vida de adulta que me queda por vivir, lejos de los aviones y las distancias. Lejos de aquella muñeca rubia con vestido verde florido, la que tenía dibujada una sonrisa que quitaba cualquier pena.
Y con esta sensación tan cálida, la misma que me invadió cuando vi mi muñeca andar sobre el suelo mientras yo la contemplaba desde la cama.
Claudina, María...Ya no están, excepto en mis sueños.
Vuelvo a encontrarlas cuando me duermo, cuando todas las personas que me han amado aparecen y me hablan.
Imágen: Irene Chwat "Corriendo hacia un nuevo amanecer"

6 comentarios :

Fernando dijo...

Precioso relato, lleno de hondura y sensibilidad. Es bueno recordar a esas personas que han klenado, sin nosotros darnos cuenta, una parte importante de nuestra vida. Cuántas personas buenas nos han ayudado a fortalecer nuestro ánimo. Cuántos ejemplos que seguir. Gracias por tu estupendo relato y feliz Navidad y año 2010. Un cordial saludo.

J.J. Jacobo dijo...

Ahora comprendo esas sonrisas. Si logro volver a disfrutarlas, lo haré de forma doble, porque ya se de dónde vienen.

Ciudadano B dijo...

Tierno relato, Claudia. Gracias por ello y por tu visita halagadora a mi ciudad deshabitada (te sigo desde su penumbra).

Felices fiestas, dentro de lo posible.

Lunska Nicori:BegoñaGTreviño dijo...

Hoy es Noche Buena, pero o una noche buena cualquiera, no, es la noche buena del milagro, pues después de estar meses intentando actualizar el explorer, hoy, precisamente hoy que me lo sugeriste, lo he conseguido. ¡Milagro!
Y... son las cinco y cuarto de la mañana, y no me da tiempo a leerlo ¡todo!, pero este post, Ella, (¿la gente sabe quién es Ella?. Es igual...), decía, Claudia, que me ha encantado este desarrollo de la memoria, me ha cautivado y me ha estremecido... ¡qué escalofrío!
Los recuerdos pueden ser mares con resaca, que a malas penas a veces consiguen sacarnos a la realidad. Yo, aún recuerdo el olor de los jazmines, cuando recorría la Ribera por la noche en bicicleta. Siempre pasaba una temporada en casa de una amiga allí, todos los veranos cuando era pequeña. Esta amiga, con la que compartí juegos, y vida, y planes de futuro, y más tarde hasta lugar de trabajo, murió a los 36 años, de una neumonía en el año 2000. Bueno, no es cuestión ahora de contarte mi vida. Perdona, si me he excedido, pero es la "ribera" a la que me ha llevado tu mar de recuerdos.
Me ha encantado, Claudia.
Uf, espero no tener problemas para volver. ¡Hasta pronto!
Un abrazo.

Claudia Souza dijo...

Querida Begoña, gracias por detenerte en mis andenes y hablarme desde tu madrugada. Gracias por seguirme e intentar leerme aún con problemas técnicos. Gracias por compartir tus recuerdos. Los ejercicios de memoria son necesarios, aunque duelan o nos llenen de una ternura que ya no está.
Querida Begoña, querido Fernando, querido maquinista, querido ciudadano B, desde estos andenes tan míos, les mando un abrazo navideño lleno de energía y calor.
FELIZ NAVIDAD PARA TODOS.
C.

El Árbol Rojo dijo...

Un relato y una música de violín muy bien elegida que te acompaña paseando hacia esa casa, hacia ese abrazo.. hacia el amor y la amistad... relato hermoso y lleno de vida. Gracias.
Ángel.