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12 noviembre 2011

Primera cita

Ojos azules, diecisiete años. Lo conocí en un curso de periodismo y me fijé en él aquella vez que dejó sobre la mesa un disco de Bee Gees. Pregunté por mi canción favorita "How deep is your love", me regaló un cassette.  Se reía mucho conmigo, así que cuando el curso terminó se presentó un día en casa para pedirme un manual de química, allá por el ochenta y ocho. Luego posó su mano en mi hombro mientras veíamos la película del cine al que me había invitado. Mis ojos se quedaron petrificados en la pantalla.
Me visitaba por las tardes. Yo salía por el largo pasillo que conducía a la calle y allí lo esperaba, sentada en los escalones de la entrada.
Nuestra cita duró unos cuantos meses, los suficientes como para descubrir que la chica divertida que él creyó conocer dejó de estar presente.
Con los años y el estudio me tranquilicé al saber que existe un síndrome de la adolescencia, yo pensaba que era la única que sufría de algún mal en aquella época. Fue una transición dura, llena de opacidad y sueños que sonaban inalcanzables por pertenecer a una familia sin recursos. A veces he pensado cómo podía entretenerme con tan poco, cómo mi ocio se reducía a visitar amigas y pasear con ellas, a sacar libros de la biblioteca y vivir la vida imaginaria de los protagonistas, mientras la mía se sucedía en un azul grisáceo trepándose en la razón.
No pude explicarle que yo no era eso, que me estaba transformando, que sufría por no saber qué hacer con mi vida según mis recursos y tantas inquietudes por cumplir, que yo tenía un corazón de león.
Seguí esperando en los escalones incluso cuando supe que no iba a volver. Salía cada tarde y me sentaba acurrucada en el pasillo. Al cabo de un año le envié una carta. Respondió con su presencia una noche de domingo para volver a dejarme en silencio.
Fue mi primer amor y nunca más pude olvidarlo.

La alegría es infinita, he vuelto a casa de vacaciones después de tanto tiempo.
Es un invierno especialmente frío en Argentina. Llueve en el agosto de Tandil y me apetece recorrer las calles que me vieron crecer. Camino sin prisas saboreando cada esquina, cada recuerdo que asoma en la conciencia y me toca el corazón.
Llueve más fuerte y me refugio en "La Vereda". Cafecito en zona de fumadores.
Un hombre de casi cuarenta años toma unos apuntes en una mesa. Me mira entrando, se acerca, me abraza.
Es él, son sus ojos azules con un destello más vivo, está justo frente a mí riendo feliz con el encuentro. Los veinte años se esfuman, se pierden en el tiempo.
-Es como si nos hubiéramos dejado una señal- me dice despidiéndose.
Y yo regreso a España.

Un seísmo sacude Lorca mientras espero en la estación de trenes de Murcia.
Veo a los pasajeros mirar con inquietud la televisión del bar.
Alguien arroja sus maletas en el andén y me abre los brazos. Es él y vuelvo a los 17, soy la niña del pasillo que lo ve regresar, subir los escalones y abrazarla tiernamente, mientras la banda sonora suena otra vez en mi cabeza.

"Cuán profundo es tu amor.
Conozco tus ojos con el sol de la mañana, siento que me tocas en plena lluvia.
Y en el momento en que divagas lejos de mi quiero sentirte en mis brazos otra vez.
Y vienes a mí en una brisa de verano, me mantienes abrigado en tus brazos y luego suavemente te vas...
Y es a mí a quien debes demostrarle cuán profundo es tu amor.
Realmente necesito aprender, porque vivimos en un mundo de tontos quebrantándonos, cuando deberían dejarnos ser.
Pertenecemos el uno al otro.
Creo en ti. Tú conoces la puerta de mi alma. Eres la luz en mis horas más oscuras. Eres mi salvación cuando caigo..."
 
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9 comentarios :

Anónimo dijo...

Tu relato me emociona. Te sigos y me emociono. Besos

Claudia Souza dijo...

Muchas gracias, Anónimo, por leerme y regalarme tus palabras.
Besos.

curro dijo...

No se que pensar Claudia, si sueñas o si hay algo de relidad quizá lejana y has vuelto a revivir eso en tu aviaje a tu tierra, con esa nostalgia. De todas formas me alegro. Un abrazo.

Claudia Souza dijo...

Curro: pues piensa bien y acertarás. Todo es real, absolutamente real.
Un abrazo.

curro dijo...

Pues me alegro de que sea así, porque dudaba sabiendo que tienes mucha imaginación. Oye pero mas romantico no puede ser, es la historia de una novela, veremos a ver si no te la copian, jajajaja, yo porque no se escribir que si no.......... Un abrazo.

Isabel Martínez Barquero dijo...

¡Qué bonito, Claudia, qué hermoso!
Vive con intensidad el regalo que la vida te ofrece, apúralo, sé inmensamente feliz.
Me alegro contigo y te mando un grandísimo beso.

Claudia Souza dijo...

Gracias por tus deseos, Isabel. Y muy Feliz Navidad.

dora eleonor dijo...

que bello es amar cosas tan sencillas, lindo relato :)

Pablo Alzuagaray dijo...

No se si a todos les pasa, pero cada vez que lo releo, vuelvo a vivirlo y a sentir las mismas sensaciones y emociones renovadas. Es como si una bocanada de aire puro me devolviera a la realidad, la verdadera realidad por encima de tanta niebla de estupideces y pequeñas frustraciones cotidianas que no tienen la menor chance de trascender en el tiempo. Al final de cuentas los "cursis" tienen razón: lo verdaderamente importante en la vida es el amor, el resto es pura cáscara...

Firmado: el coprotagonista masculino de la historia