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16 mayo 2012

De amores y escondites


Imágen: Juan Carlos Distéfano.
El salto. 1978

     En un tarro de fideos habita un hombre.
La observa diariamente trajinando en la cocina.
Paladea, enamorado, cada sorbo de sus labios al tragar el rojo vino.
Un arranque de amor y acariciarla.
Si extiende su mano ya casi la toca.
La última bocanada es hacia ella, que vierte la pasta en el agua, que ignora la hazaña infructuosa, la vana querencia disuelta en la sal de un cazo humeante.

8 comentarios :

Anónimo dijo...

Entonces, el agua caliente disuelve los fideos y los convierte en bocados suaves y nutritivos....y el hombre se pregunta por qué no será él un fideo más, y sólo así tendrá la certeza de que saldrá del tarro, y no sólo podrá acariciarla, sino podrá rozar sus labios, su garganta, e irá a alojarse en su estómago. Allí tratará de buscar un lugar seguro donde nunca nadie podrá separarlo de ella, y podrá saciar su amor igual que ella sacia su hambre.

Claudia Souza dijo...

Me parece precioso el giro que le diste al relato. A veces hay empeño en que las cosas terminen bien, en que los finales no sean tan inciertos. Muchas gracias por tu aporte y por detenerte en estos andenes.
Un abrazo.
C.

Sara dijo...

Enhorabuena por tus textos, aquí tienes una nueva lectora.
Besos

Salvador Quijada dijo...

Que tal, Claudia?
Este texto retrata a muchos de nosotros.
En cierta medida me indentifico con este hombre.
Lo más lógico sería confesar su amor, pero sabe que será rechazado.
Es la frustración de lo inalcanzable.
Desgraciadamente, hay muchas personas ocultas en tarros.
Magnifica entrada!

Claudia Souza dijo...

Gracias, Sara: por leerlos y quedarte. Me pasaré por tu blog con más detenimiento.
Un abrazo.
Claudia.

Claudia Souza dijo...

Muchas gracias por tu aportación, Salvador. El que no arriesga no gana, no? Es una pena no intentar lo que deseamos, llegando hasta el límite y perdiendo oportunidades.
Gracias por estar ahí.
Un abrazo.

Mos dijo...

Cierto, Claudia, debería haber arriesgado más puesto que está prendado de ella.
Claro que el escondite no era el más idóneo para salvarse del agua hirviendo.
Me ha encantado tu micro.

Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.

Claudia Souza dijo...

Es lo malo de los escondites. Por qué protegernos del amor?
Gracias, Mos, por salir a mi encuentro. Otro abrazo para tí.