De rutas del mar

Los viajes siempre son de ida y vuelta, aunque el tuyo sólo tuvo una dirección.

Tenías diecinueve años y el espíritu lleno de acordes. Con un violín por maleta dejaste el hogar familiar, en aquel pueblecito de Italia. Tu nombre era Pascual Montaruli, hijo mayor de Domingo y Lucía, te despediste de tus hermanos Giácomo, Rocco, Filomena, Alfredo, Albina y Mario. Nunca supe por qué tomaste aquella decisión, por qué quisiste volar tan lejos. Tampoco supe por qué nunca más regresaste, si echaste de menos tu casa, tu Ruvo di Puglia natal.

Lo que sé de vos me lo contaron. Pero los recuerdos son de los protagonistas y se narran conforme sus vivencias. Del hombre que emprendió la ruta del mar y eligió el Río de La Plata como punto de llegada no sé nada.

Fuiste un gran violinista, te codeaste con los grandes exponentes de la música de entonces, incluso inventaste el violín corneta.

En una de las giras te enamoraste de Maria Lamenza, de familia italiana también. Una de las mujeres más dulces que he conocido. Así que te asentaste en tierra de tu amada y formaste una orquesta, la Típica Montaruli. Solías comenzar la actuación con: "Un, dos, tres, arranquemos muchachos..."

María te dio seis hijos: Julio, Lucía, Esther, Ana, Antonio y Laura.

Te buscabas la vida, como buen inmigrante, para sacar adelante tu familia. Fuiste maestro de música, peluquero, un hombre de bien y un gran padre.

María se quedó sola pronto, tenías cincuenta y ocho años cuando decidiste alzar el vuelo, otra vez con tus acordes. No te dio tiempo a ver casarse a la pequeña de tus hijas, mi madre.

Te escribo porque quiero contarte que ya tengo tu apellido, que estoy muy orgullosa de llevarlo. Te escribo porque yo también emprendí la ruta del mar hace unos cuantos años, porque con cada experiencia en tierra ajena he pensado en vos, en que quizá te sintieses como yo tantas veces. Te escribo porque ambos compartimos el armar un mundo de la nada. Te escribo hoy, abuelo, porque tu viaje de vuelta ahora es el mío.