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21 abril 2009

De venturas y desencuentros

Miró hacia la Rosaleda. Se quedó con el manojo de romero y cavilando.
La mujer de su vida residía en Bilbao.
Tendría que organizarlo todo y marcharse. Excedencia laboral, venta de coche, alquiler de casa y dos pasajes. La ida pronta, regreso en un año. Sería suficiente para encontrarla.
Puso rumbo al norte y dedicó cada día a buscarla. Conoció a varias mujeres, pero ninguna resultaba su ella.
Y cuando llegó el tramo último de su viaje hizo la maleta con cierto desgaste.
La vista borrosa, la estación errante. El aire enrarecido y la mujer presurosa bajando del tren, ni siquiera la nota al chocarse.
Vaya modales, piensa ella. En fin, ya estoy en casa. En qué hora se me habrá ocurrido irme. En qué maldito momento pensé que mi él estaba en Madrid.

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