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21 abril 2009

Segundas oportunidades

Nadie te preguntó si querías esto. Nadie te dio respuestas a tus por qué.
Te hundes una y otra vez en la vorágine. La nada es tu compañía, dices. El miedo es tu compañía, reafirmas. Ellos, tan libres. Y te desesperas intentando coger la esperanza, pero los otros tiran de ti. Qué me sucederá? Cavilas. Cómo acabará este viaje?
Necesitas que te escuchen pero eres tú el que no puede escucharse. Quieres verte como uno más, echas de menos lo que tenías.
No te gusta el diagnóstico, se te antoja una palabra que naufraga hacia una isla sin retorno. Cómo duele esa palabra. Imploras a algún cielo improvisado que las letras no se fundan con lo irreparable. Así empieza tu periplo. Dando pataleadas torpes y angustiosas.
Tácitamente has comenzado a despedirte de las cosas y la gente.
Si fueras capaz de entender que cuando dejes de poner energía en la derrota empezarás a salir. Tu cuerpo no es tu enemigo, te está confrontando. Te grita que es hora de verlo todo con nuevos ojos. Tu alma se parte, te implora.
Si fueras capaz de ver que has estado luchando contra ti todo este tiempo. Librando una batalla de enemigo en casa. Cuando abandones esa lucha empezará la real, la que te hará resurgir con tanta fuerza. Pero debes ser paciente.
Sentirás fragilidad, sigue nadando. Te parecerá una contradicción pero cuanta más fuerza imprimas en ello, más liviano y menos cansado andarás.
Emergerá un cuerpo nuevo, distinto, un hombre también distinto.
Apuesta por la vida, cree. Un resquicio de luz, una llama que sólo tú puedes hacer más grande si te inundas de ella.
Irás descubriendo el milagro de la vida y de tu espíritu. Deja que esto ocurra.
Es hora de dar la primera brazada, dala con fe.

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