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30 abril 2009

De tiempos tandilenses

Fuiste mi amor, mi amigo de siempre. Fuiste el refugio de todas mis sombras.
Fuiste la acción y la visión y la virtud en mi cuerpo atolondrado.
Fuiste la magia, la vida, el encanto y la seducción.
Fuiste el desequilibrio de mis estructuras
tan correctas y exigentes.
Fuiste toda la fidelidad y la lealtad que no te di.
Fuiste la cábala, la despedida, el retorno y el naufragio.
Fuiste la cúspide de lo más hermoso que encontré en mi.
Fuiste los años más jóvenes y libres y efímeros.
Y también fuiste la rutina y el gran autor.
Fuiste el aval de mi autoestima.
Fuiste el garante de mi loca y aturdida pasión.
Fuiste el mar, la arena y todos los oleajes.
Fuiste el testigo ecuánime de cada error.
Fuiste el contenedor de todos mis asaltos.
Fuiste el padre que faltó,
el amigo incondicional
y por momentos el otro hijo.
Fuiste el sol, la bondad, el deseo y la felicidad.
La misma felicidad que ignoraba entonces que tenía.
Fuiste el pan que saboreé día a día,
el vestido que alguna vez me estrenó,
la salida monótona que esperaba
y al llegar mutabas en el desbarajuste
justo a mi medida.
Me sorprendías. Cuando creía cerrar mis cálculos
abrías una puerta y aparecías.
Tenerte no sólo me reconfortaba,
apuntaba a mi perfección.
No pude ni quise darte algo
de lo que tu vida hizo por mi.
De haberlo hecho
el mundo hubiera sido un lugar justo.

1 comentario :

Anónimo dijo...

este m gusta muchisimo...d verdad
-p.-