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21 abril 2009

De magias y hoteles

Cierro con furia la puerta. Voy dejando el rastro de mi ropa por la casa hasta la ducha. Así me mantendré ocupada después recogiéndola. No es plan de detenerme a pensar. Por qué salí corriendo, por qué no volví cuando me dí cuenta? Ahí se quedó, boquiabierto, en la habitación del hotel. Con la magia de horas antes comiéndome los talones. Con un beso apurado que debí haber hecho eterno. Nena tonta, me digo bajo el agua, sos una mujer ya y sin embargo una niña temerosa te está asaltando. Él no se quedó atrás. Ni de disculpas quiso saber. Te lo llevaste todo, concluyó. Y la magia se esfumó en los kilómetros hacia Sevilla.

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